4t d'ESO: Retratos cósmicos y Retrato. Textos descriptivos
Retratos cósmicos
No era ni su pelo ceniza, ni esos ojos verde esmeralda lo que tanto la caracterizaban. Era verdad que entre los terranos tenía un aspecto muy peculiar, aunque estos acostumbren a considerar esos rasgos artificiales. Pero su delicada imagen no era nada al lado de su carácter frío y distante, y tal vez fuera este el que llamaba tanto la atención.
Lo primero que se captaba cuando aparecía en el campo de visión era cómo las diferentes luces jugaban con sus mechones plateados. Eso, hasta que te perdías en el profundo lima de su mirada. Su estatura era mediana, y muchos lo agradecían ya que le dificultaba intimidar a cualquiera que se le cruzase. Su nariz fina parecía de porcelana, y daba paso a unos labios voluptuosos y rojizos.
Teniendo en cuenta que se llamaba Atenea, muchos de verdad se pensaban que fue esculpida por dioses griegos, pero lo único que tenían en común era una historia caótica. A esta se le atribuía su personalidad cortante, precavida, una expresión seria, y su corazón de piedra. Bastaba con observarla un tiempo para darse cuenta de que era solo una alma rota más.
Aplo, 4rtA
Retrato
Aquella mujer de baja estatura y vivos ojos verdes emanaba alegría por donde pasaba, su sonrisa de oreja a oreja y voz suave pero a la vez acelerada invitaban a sentarse a charlar con ella un rato. A juzgar por su apariencia, juvenil y despreocupada aunque cabal, se podía decir que se trataba de una joven rubia de unos treinta años, lo cual contradecía a sus primeras arrugas de expresión, que se hallaban tras los mechones ligeramente ondulados y rebeldes que se escapaban del moño. Le gustaba cuidar su apariencia, sus manos hacían justicia de ello: suaves, delicadas y con una manicura diferente cada vez que la veía.
No era una mujer con manías o costumbres raras, al contrario, amaba los imprevistos y disfrutaba especialmente de los planes improvisados, le gustaba mucho descubrir lugares por accidente. Era una mujer de mundo. Eso sí, su carácter decidido y a veces iracundo podía sorprender e incluso asustar a aquel que lo descubría por primera vez; por suerte, no sacaba a relucir con mucha frecuencia esa parte de sí misma.
En cuanto a gustos, se trataba de una mujer de ideas claras y humilde. Prefería estar con sus más allegados en una casita rural en el monte, apartada del frenesí del mundo actual, que en un distinguido hotel rodeada de todo tipo de lujos. Tenía unos principios bien definidos, y eso resaltaba notablemente en sus momentos más tercos que, desafortunadamente, solían ser muchos a lo largo de la semana. En estos casos, era mejor asentir ya que, a la mínima muestra de desacuerdo, podía estallar de repente y sin previo aviso la tercera guerra mundial.
En general, la recuerdo como a una mujer que se desvivía por los suyos, con sus más y sus menos, pero como cualquier habitante de este planeta. Una mujer la cual dejaba huella allí por donde pasaba, que su calidez te hacía sentir arropado, incluso como en tu casa.
Mireia Reyes González, 4rt B